Ultimamente me han criticado mucho, tanto mi esposo como los que se llaman ahora mis amigos, por esa maña que me da, de decir adios cuando la relación está en lo más sabroso. Matthias dice que es una bofetada en la boca, como trato a la gente que supuestamente quiero, cuando un día cualquiera les digo de la nada "esto se acabó, es mejor que te olvides de mí" o cualquier variación del mismo mensaje. Yo lo que pienso es me estoy defendiendo de futuras penas. Ya sé que es una jugada muy egoísta, el no pensar en el dolor que potencialmente puedan causar esas palabras y solo pensar en las lágrimas que me estoy ahorrando, pero francamente ya me aburrí de decir adios.
Yo me encariño muchísimo con la gente que me rodea, a mí amores de aguas tibias no me parecen. A tí o te odio o te quiero mucho y con esos sentimentos tan fuertes, es tremendamente desestabilizador el pensar que me he de quedar sin esa persona. Así, que como medida preventiva y para ahorarme desgarros del alma innecesarios, me da por mandar a todo el mundo al pepino. Ya los que quieran volver, que vuelvan, pero el precedente está ahí: yo ya a tí te eché, te herí primero, rompí la confianza y la amistad quedó rota. Como un espejo, se podrá arreglar, pero la marca queda indeleble y la relación ya no es lo mismo. Por esa razón cuando se rompa definitivamente por cosas de la vida (y por que la inercia todo se lo lleva por delante) no será mucha la perdida y yo no tendré que andar meses y meses lamiendome las heridas.
Así que si te digo que espero que no me hables más, si te digo que tan pronto te subas a ese avión te has de morir para mí, lo que te estoy diciendo es que me rompe el corazón pensar que algún día te vas a olvidar de mí, así que primero me olvido yo de tí.
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